Revista Sold Out > Entrevista > Una charla con Veintiuno a las puertas de LBDDYE

No son presicamente malos (en ningún sentido) pero tampoco tenemos muy claro que estén rotos, aunque sí da la sensación de que han aprendido a bailar la pena. Lo evidente es que están en su mejor momento de largo. Veintiuno sube marchas para encarar la salida de La balada de delirio y equilibrio, un disco en el que subirán incluso más el nivel, reclamando con naturalidad y a base de mucho curro un lugar importante en un mundo de la música que nunca se lo ha puesto fácil. Volvimos a sentarnos con ellos en The Music Station, esta vez con los cuatro, con todos sus instrumentos y con una emoción contenida indescriptible.

¿Cómo está Veintiuno hoy?

Rafa: estamos muy ilusionados con lo que se viene.

Yago: trabajando y diseñando el directo, mientras todos los demás están girando.

R: da un poco de envidia, la verdad. Nos toca ver a los compañeros por Instagram.

Diego: que parece que tú no giras, pero de repente tienes cincuenta fechas por delante. Los discos se han separado un año y seis meses y yo, de hecho, me estoy desintoxicando todavía de éste. Me falta un rato todavía.

¿A pesar del recorrido que ya va teniendo todo lo nuevo?

D: el disco me ha supuesto un estrés muy bestia hasta que ha estado terminado, y necesito tomar distancia. De hecho, me ocurre que en los ensayos no me acuerdo en qué tonalidad han quedado las canciones, hay arreglos provisionales de bajos, de guitarras, de cosas que no son mías, que luego se regrabaron pero no sé en qué quedó finalmente la cosa. No sé qué guitarra tengo que tocar en determinados momentos porque no es necesariamente la que grabé. Como nos pilló con toda la gira, hubo veces en que iba yo solo al estudio para ir adelantando trabajo, pero he perdido completamente la referencia de los temas. Total, que todavía no estoy en el punto de disfrutar los temas.

R: Diego se está sorprendiendo de su propia múisica.

D: es una desintoxicación, estoy completamente despersonalizado.

Fotografías: @bea11trice

Delirio, equilibrio, dos ciudades… hablemos un poquito de su leitmotiv.

D: con El arte de perder nos ocurrió que, en el momento en el que estaba todo, incluida nuestra discográfica, era una etapa muy rara para ser una banda, muy jodida… Ahora diría que las cosas están mejor, y que está habiendo un reflorecer de la escena de bandas, pero si hacemos memoria de cómo estábamos en 2022, yo al menos sentía que teníamos que hacer algún tipo de reivindicación, y desde ese prisma trabajamos el disco. Hablábamos de que éramos una banda y de todo lo que significaba y, a partir de ahí, venía masticando el qué contar, de qué hablar, y me pareció razonable que, después de contar lo que somos (y es casi categórico, la mayor parte de la gente que nos sigue, nos ha conocido objetivamente hablando con El arte de perder) y de que este disco haya supuesto una eclosión de la banda, ahora contásemos qué banda somos. Cuando desde Warner nos dijeron que estaría guay hacer otro disco en probablemente el año de gira más bestia que hemos tenido nunca, comenté que yo tenía una idea que me ronda desde hace tiempo. Cuando hicimos Gourmet, hay un montón de caminos empezados en ese disco, de ideas más grandes que en aquel momento no podíamos desarrollar. Y en torno a eso, con Delirio y equilibrio (la canción) ocurrió algo que a mí me pareció muy estimulante. Envié la canción a la persona sobre la que la escribí, justo el día que salió ese disco, por esta cosa un poco pornográfica de que quieres que le provoque la reacción que tú esperas. Y su reacción me resultó muy llamativa: en un audio me decía que muy bonita la canción, pero que le gustaría que algún día contara cómo había sido realmente la historia. Esto me obsesionó durante mucho tiempo, porque es cierto que las personas que escribimos canciones somos muy tamposas. Una canción es un punto de vista, y tú, contando con que la experiencia sea honesta, cuentas la peli como te nace, lo que puede coincidir o no con la realidad y, desde luego, puede o coincidir o no con la perspectiva de la otra persona. Entonces me lleva pareciendo en estos últimos cinco años que había una historia ahí. Una en la que no solo doy mi punto de vista, sino que intento indagar en el punto de vista de la otra persona. Y entonces había un disco.

Entiendo que esto se refleja en esos dibujos, en los bocetos de las canciones.

D: esto no fue idea mía. Es cierto que las ideas que presento a la banda siempre las he planteado acompañadas de dibujos, porque para mí es una herramienta esencial para explicar las cosas de forma visual. He estudiado arquitectura, con lo cual mi relación con el dibujo es muy íntima, y dibujo como hobby, que de hecho es el único no monetizado que tengo (risas). En los últimos años hemos trabajado (y seguimos) con Ainhoa Azabal en el diseño, y ella siempre ha partido de diseños o dibujos míos, y Gorka, nuestro manager, nos dijo: “igual es una paliza, pero podría estar guay que metieras algo de dibujo a mano”. Supongo que, como habíamos terminado la gira y teníamos un mes sin nada, y los temas estaban terminados ya en fase de mezcla, me decidí a coger el Ipad. Luego fue un infierno, pero en aquel momento parecía una gran idea.

Además de Ainhoa, aprovechemos estas líneas para dar créditos.

D: para mí la novedad más grande en este sentido son Valerie Moso y Charlie, que se han encargado de todo el aspecto visual, la dirección artística, en cuanto a los vídeos. Han llevado a la imagen real la imaginería que teníamos planteada para el álbum. En el resto diría que somos muy continuistas.

R: también está Dani Valde en las fotos. Hemos encontrado una pata importante en lo relacionado con las sesiones de fotografía, la foto fija de los videoclips. Estamos súper a gusto con todos ellos, forman un equipo muy guay.

D: de hecho se han conocido currando con nosotros, y desde el principio funcionó todo súper bien entre ellos. En la producción musical, hemos hecho parte del disco con Santos & Fluren, otra parte con Tato Latorre, y hay un tema que hemos hecho con Mapache, que es un dúo de productores colombianos.

Punto obligado a tratar: las colaboraciones, en plural.

Pepe: quedan tres por salir, hay mucha colabo en este disco.

D: pero saldrán ya en abril.

R: habrá que dejar algo para el disco, que luego te dicen que has sacado muchos adelantos. ¡Que lo van a decir igual!

En El arte de perder adelantasteis casi todo.

D: te traiciona la memoria, y le ocurre además a mucha gente. Realmente salieron cinco temas de once. Intentamos no quemar nunca el 50% del álbum, pero creo que ocurre con todos los artistas, que cuando sacas más de dos adelantos parece que ya lo has sacado entero. En el efecto Mandela. Estamos supeditados a un mundo que va muy rápido, y a todo el mundo le va a parecer que son muchos. Como oyente, quiero pensar de mí mismo que quiero el álbum completo, pero el rendimiento demuestra que la gente no quiere esperar.

R: de igual forma, cuando tienes el disco publicado, las canciones más escuchadas son las que has adelantado.

D: este disco tiene trece canciones y se adelantarán cinco. Cuando se habla de discos muy largos, se da otra conversación, que es la de la autoría. En cierto tipo de discos, vas a los créditos y te das cuenta de que depende también de si estás pagando por el mismo conjunto de gente trabajando creativamente para llevar a término una obra artística. Hay un límite de canciones que la misma gente puede llegar a trabajar en un plazo determinado. Si nosotros fuéramos un grupo (que los hay) de sesión de compos con autores – una cada tres días -, hasta conseguir un repertorio de treinta temas y elegir dieciocho, claro que te puedes hacer un disco largo. Nosotros podríamos hacer un disco de veintiocho temas. Solo en el tiempo entre el anterior y este, he editado unos cuarenta y cinco temas entre los del disco y los de las colabos de radio, pero lo que se plantea aquí es la obra de Veintiuno en el plazo determinado. Podríamos hacer sesiones todo el tiempo y, de hecho, hay autoras y autores que quieren meterse a hacer temas con nosotros. Se puede hacer.

R: pero estamos contando exactamente lo que queremos contar. La historia que quiere contar Diego se compone de esos temas, que son trece. Si fuese necesario que hubiese más, los habría, y lo mismo si tuviesen que entrar menos. Creo que esa petición que le hicieron en su día de ampliar la historia de Delirio y equilibrio en trece temas está bastante bien (risas).

Y: se ha cumplido de sobra la petición.

D: el equilibrio entre lo que estás deseando enseñar y lo que dejas dentro… Cuando saquemos el disco, sé que una de las primeras cosas que va a suceder es: “¡pero como no habéis adelantado esta canción!”. Sé que ocurrirá, sobre todo con la última.

P: “¿cómo son tan tontos de no haber sacado esto antes?” Pues precisamente porque queremos que llegues ahí al final del camino.

D: es imposible contentar a todo tu público, porque parte del trabajo consiste en eso, en engañarlos y adelantarte.

Yendo al grano, la colabo de Siloé…

Y: la primera conexión o referencia con ellos es en el Cotton Club, en 2017.

D: y hace poco coincidimos tocando en Zaragoza, que invitamos a salir en nuestro concierto (es algo que este año hemos hecho mucho) a Luis Fercán, que no le daba tiempo a aprenderse el tema, y a Fito. Ya en camerinos empezamos a hablar, y caes en lugares comunes y en que nos conocemos desde hace un huevo. Que es algo que ya sabes, pero hay pequeñas cosas que no son sencillas de explicar si no las has vivido: ir en un coche, cuatro personas con todo el equipo y que lo único que haya abierto sea un McAuto…

P: solo lo entiendes si lo has pasado.

D: Tocar para tres personas el telonero, y para siete el artista principal, y que después te quedes con las parejas de ambos hablando toda la noche de lo que estás penando, lo entiendes si lo has pasado. Hablando de ese tipo de anécdotas, al final Fito me dijo una cosa que me pareció muy bestia sobre lo que es seguir, sobre lo que significa ser compañero, lo que significa hacer industria, hacer escena. Cuando nos fuimos, propuse a los chicos la idea de enviarle Irremediable por si le gustaba. Le flipó, nos preguntó cuándo queríamos grabar y hasta ahí. Tuvimos suerte además, porque ellos estaban grabando con Santos & Fluren en Barcelona.

Y: estaba todo de cara, como alineado para que se diese.

D: más fácil no nos lo pudieron poner. Así da gloria, tratar con gente que se toma en serio la movida y que además son generosos con su disposición.

Al respecto a la promo, muy pocas bandas comunican como Veintiuno.

D: me encantaría decirte que hay un plan.

P: hay buenas ideas y hay mucho curro. Creo que cuando algo sale bien, también hay otras veinte propuestas que traemos cualquiera de nosotros y se rechaza. Entonces, cuando una de esas cosas funciona y se lleva a término, mola vivirlo.

D: sí que hay una cosa en común, y es que los cuatro somos muy fans de la comedia. Y la promo es algo que puede ser una carga pesadísima, o una excusa acojonante para divertirte.

Véase a Rafa saliendo de debajo de la mesa.

D: y eso no estaba en el guión.

R: que es eso, que hay un guión porque hay que partir de algo, pero luego dejamos que fluya, porque sí, nos gusta de hecho el mismo tipo de comedia, y tenemos códigos de humor parecidos.

D: de hecho a veces es ya post humor.

P: y ahí ya te planteas si se entenderá o no.

D: al igual que Lynch es una referencia en lo visual en el disco, siempre estamos pensando en The Office para hacer cosas, pero no en copiar, sino en coger esa idea de enagenar las cosas que te descolocan de los códigos de comedia y jugar con ello, incorporándolo a tu lenguaje.

R: aunque haya muchas autorreferencias al final te llama la atención y puedes terminar accediendo a algo a lo que no accederías de no presentártelo de esa forma.

P: en la gira el año pasado, al mismo tiempo que estábamos dando los conciertos más increibles que hemos hecho, me acuerdo de un montón de situaciones graciosísimas que entran dentro del storytelling de la banda al final.

Y esto contrasta mucho para bien, con la forma en la que acercáis la industria a vuestra gente, de una forma además que se entiende muy bien.

D: hace unos días me enfadé un poco a raíz de un tuit que vi. Me puse profundamente triste al leer que alguien decía que x persona era la más talentosa de la tierra, citando frases y temas de su disco. Cuando eso es honesto, o desconozco el contexto, yo no me enfado, pero si yo sé que esa persona ha sacado su disco con ocho co-autoras y co-autores de enorme talento… Que eso rule por Internet, que se alimente esa fama que viene de que le han montado un camp ad oc a esa persona para que haga el mejor disco posible, pues en fin, yo no discuto que haya o no talento, pero cuando el talento es algo tan colectivo y se invisibiliza, me pone muy triste. En última instancia, la autoría es más importante que la interpretación. Vivimos en un mundo en el que el intérprete tiene el foco, y lo respeto, pero no respeto que el intérprete quiera vender que es autor para conseguir la identificación plena de su público. Me lo como, no digo nombres propios, pero lo llevo fatal. Y publiqué un tuit sobre eso que cogió cierto tamaño, claro. A nosotros nos va objetivamente de puta madre, estamos mucho mejor de lo que nunca pensamos que estaríamos, pero cuando veo ciertos nombres en la letra pequeña en Spotify (cuando están acreditados, que no siempre es así) y conozco a esos artistas, que trabajan de 8:00h a 17:00h y luego se van a sesiones de compo, cogiéndose cuatro días de vacaciones para dar con un temazo que sí, se llevarán seis mil euros en autores, pero dentro de dos años. Hasta entonces, nadie va a hablar de esa gente. Empatizo porque lo he vivido. Nosotros hemos tenido suerte porque el proyecto personal que teníamos en paralelo a que yo estaba haciendo esa mierda, ha fructificado. Pero muchas de esas personas siguen allí, en esas habitaciones, o ya ni se dedican a esto porque no han tenido el foco. Eso me parece una puta mierda, y me apetece decirlo. ¿Puede ser impopular? Me la suda.