Fotografía: @bea11trice
¡Cómo están los máquinas! Este espacio es para abrir melones casi siempre, y hoy toca hablar del tiempo que tenemos. ¡Sinceramente, es poquísimo! Más allá de que nos hayan robado sesenta minutos sin venir a cuento en sábado-noche, hay robos temporales que nos joden incluso más, y tiene que ver con las horas marcadas para los conciertos. Es curioso, casi siempre se abren puertas a la hora fijada en los tickets, algo que contrasta con las fijadas para el comienzo de los shows, que no se cumplen ni por asomo. Nos da igual si es porque la gente está apurando las cañas de previa en el bareto de enfrente y el artista prefiere esperar, antes que empezar sin ellos; nos da igual si ya está todo dios dentro del garito y los dueños prefieren que el bolo empiece más tarde para que la peña consuma, en esos largos minutos de luz fría y conversaciones vacías; nos da igual si no se han vendido ‘suficientes’ entradas, o si la prueba de sonido ha sido un cristo por parte de quien sea. Todo concierto debería empezar a la hora marcada, por respeto a un público que, por muy fan que sea de la música en directo, también tiene vida. Es decir, igual Manolito ha dejado cosas a medio hacer por llegar a tiempo a la sala, y tú le vas a tener media hora mirando al escenario vacío porque sí. Quizás Antonia ha quedado para cenar dos horas después, pero se tendrá que ir antes de que termine el concierto porque ha empezado cuarenta minutos más tarde de lo que debería. Sin hablar de la peña que no tiene más opción que irse antes para no perder el último tren o bus urbano que le lleve a su bendita casa.
Así que, amigos responsables de este melón, pónganse las pilas para no quedar mal con la gente que compra sus entradas con toda la ilusión del mundo. Llamémoslo empatía y reciprocidad. Y si la gente llega media hora tarde o hacen por perderse a propósito al artista que abre, pues allá ellos, pero las salas deberían hacer suya esa política de puntualidad clave de la que hacen gala los festivales. En Sold Out mantenemos, de hecho, que una de las poquitas cosas positivas en los días de pandemia era el hecho de que los eventos debían ir como un reloj al ofrecer varios pases, celebrándose además a horas no nocturnas y con un orden difícil de experimentar en el presente. Parafraseando al naranjito, sí, había políticos dejando a los ancianos a su suerte, pero había paz y orden (véase la retranca, por dios). Lo dicho, seas quien seas, llenes estadios o te cueste todavía meter gente en la sala más pequeña de tu pueblo, sé puntual, empieza puntual, piensa puntual, vive puntual, celebra puntual. No nos hagas montar un Greenpeace de la puntualidad, por favor, que tenemos mucho lío y no existe todavía un Zahera musical al que acudir como gancho. A las birras invita Sold Out.
