El de Rufus T. Firefly quizás sea uno de esos discos icónicos que tendremos muy presente dentro de diez años o más. No en vano, es una sensación que se está cumpliendo con Magnolia (2017), y Todas las cosas buenas comparte con aquel ese punto diferencial, ese convencimiento artístico que dibuja una sonrisa inevitable en el rostro de Víctor Cabezuelo, que habla de encontrar la fórmula, el camino en el que sentirse más cómodo que nunca junto a su banda de ensueño. Un Vips en la Gran Vía es el lugar elegido para vernos un ratito y desarrollar estas nuevas sensaciones.
Cómo estáis entre tanto trajín.
Estamos en un momento muy bonito. Me emociona mucho el hecho de haber llegado al octavo disco, el hecho de seguir tocando y sobre todo de seguir haciendo las cosas con mucha ilusión. Estamos viviendo este disco prácticamente como si fuera el primero, está siendo algo muy bonito e inexplicable. Es muy difícil aguantar tanto y conseguir que las vidas personales encaucen para que la banda pueda seguir, sobre todo cuando no es una banda masiva. Nos da dinero pero no para vivir, es muy complicado y, a veces, te planteas si a lo mejor uno debería dar un giro a su vida y todo ese tipo de cosas. Que los seis sigamos aquí tocando es un milagro y me hace muy feliz. Además, me pasa que creo que hemos hecho un disco muy bueno. Es algo que me emociona mucho. Normalmente, cuando terminamos de grabar un disco, estoy muy cansado, le damos muchas vueltas. Y con éste todavía no me ha pasado, ni me pasa eso de que a lo mejor no me apetezca escuchar ya alguna canción. Las escucho y me digo: “qué bien, cómo mola como suena”, y creo que esto es así esta vez porque es lo más cerca que estamos de ser nosotros de verdad. Este disco tiene mucho que ver con lo que es Rufus ahora mismo después de diecinueve años, son nuestras cartas. Si lo escuchas, hay un montón de rangos: va desde sitios más electrónicos a sitios folk, hay rock psicodélico, canta Julia, canto yo… Está todo lo que sabemos hacer, hemos dado la vuelta a las cartas y esto somos.
¿Dónde marcáis el punto de inflexión?
Nos pasan dos cosas que tienen que ver mucho con la independencia. La primera es que somos independientes porque nadie nos ha querido fichar y, cuando quisieron hacerlo, ya no nos hacía falta. Lo que nos ofrecían era peor que lo que ya teníamos. Si cuando teníamos diecinueve o veinte años, hubiera llegado alguien y nos hubiese dicho “aquí tenéis 50 mil euros para grabar un disco”, te aseguro que no habríamos sido independientes. Lo somos porque es el camino que nos ha tocado, y es un camino difícil al igual que lo es el de las multis, donde estás trabajando muchísimo mientras alguien se está enriqueciendo un montón a tu costa. Eso también es duro. Todo lo es en realidad. Tenemos que cargar con lo que nos toque, y si tenemos algo que contar, pues contarlo. Hay que intentar encontrar la manera más fácil posible o que te dé la mayor felicidad posible o que te frustre lo mínimo. En eso también hay un aprendizaje y creo que, a lo mejor, de tantas decepciones que nos hemos llevado en la música, hemos aprendido a disfrutar de lo que tenemos. Ahora mismo me importan poco las contrataciones que tengamos y las que no, porque creo que somos capaces de abrir nuevos caminos. Ha pasado con el tema de los auriculares: si en un momento dado ningún festival nos contratara, nos podemos hacer una gira nosotros. Tenemos la suerte de que hay gente que quiere escucharnos, y no son caminos tan mediáticos, tan de estar petándolo, tan de cifras millonarias (que muchas veces es humo), pero es nuestro camino.

Cómo surge la idea de los auriculares.
Era algo que teníamos en la cabeza desde hace un montón de tiempo. Hace muchos años tuve una conversación con Manuel Cabezalí, y él me decía que le gustaría mucho presentar un disco con auriculares, y que quería hacerlo con Havalina. En aquel momento la tecnología no lo permitía para más de treinta o cuarenta personas, y esa limitación terminaba por no hacerlo rentable. Investigando, encontramos una empresa que nos lo podía hacer para unas doscientas o trescientas personas, y quisimos probar la experiencia, ver si funcionaba o si sería una mierda. No sabíamos qué iba a ocurrir y la verdad es que al final ha sido algo increíble. La gente ha salido súper feliz de los conciertos, con la sensación, además, de haber visto algo único. No significa que te haya gustado más o menos que un concierto al uso, pero sí que nunca te has visto en algo parecido, sentado en un cojín con la banda rodeándote. Este tipo de cosas no suelen pasar y eso una experiencia bonita.
Estos detalles mantienen, a lo largo de los años, ese aura diferencial de respeto y admiración hacia vosotros.
Nosotros notamos ese respeto. Hay, de hecho, muchos artistas que nos lo han hecho saber. Es muy especial poder contar con el aplauso de la gente y de compañeros y compañeras que admiramos mucho. Entiendo, por otro lado, que haya muchísima gente a la que Rufus le suene a chino, que no entienden nada de lo que hacemos, ni por qué hay una batería en primer plano. Nuestra forma de ver la música puede chocar porque intentamos hacerla siempre de una forma muy diferente, y sobre todo poco convencional.
Vuestro fabuloso equipo técnico se mantiene también desde el inicio.
Afortunadamente, además. Creo que en el caso de Cabezalí, ningún otro productor habría podido hacer este disco de esta manera. Es un trabajo muy ecléctico, muy extraño, con canciones muy diferentes entre sí, y él ha conseguido que todo forme parte de un bloque y que pases de Canción de paz a Dron sobrevolando Castilla-La Mancha y no pase nada, aunque una sea folkie y la otra electrónica, algo que podría chocar. Lo que otro productor hubiera hecho es elegir uno de los estilos y decir algo así como “pues Canción de paz la vamos a hacer un poquito más electrónica, vamos a meterle una base, en lugar de la guitarra acústica usaremos un sinte y así la acercamos hacia la otra canción”. Manu optó por preservar el espíritu de todas las canciones, asumiendo el reto de que todo al final cohesionase. Es maravilloso seguir trabajando con él por estas cosas, porque nos entiende, nos conoce y respeta mucho nuestra forma de entender la música, Luego hay también un componente psicológico muy importante: grabar una banda es difícil, hay muchos egos que gestionar, hay una dinámica interna en las bandas y es importante que haya una persona externa que la rompa todo el rato. De no ser así, la banda se encierra en sí misma y termina haciendo cosas de menor calidad. Manu es muy sincero todo el rato, de hecho cuando terminé de grabar las voces del disco, las escuchó y me dijo: tío, creo que puedes hacerlo mejor, yo te diría que volvieses a grabarlas todas. Él no sabía explicar lo que ocurría, pero sabía que algo no encajaba, y tú no lo entiendes. Piensas que lo estás haciendo bien, que está sonando bonito. Cuando estás muy metido dentro de la movida te cuesta verlo y por eso digo que es importante esa visión externa. Efectivamente, pasó una semana, me lo tomé con calma, escuché las canciones y me di cuenta de que eran una mierda. Las volví a grabar con toda la calma del mundo y retrasamos la salida del disco. No pasaba nada por retrasarlo, iba a salir a principios de año pero nos daba lo mismo porque ha quedado mejor. Estoy mucho más seguro cantando, diría que he encontrado mi sitio como cantante, algo que creo que se nota en el disco, entonces me pregunto cuántos productores se atreverían a decirme eso o si, directamente, me pasarían el auto-tune, meterían un montón de efectos y arreglado.
Este disco guarda un alma más pop, no sé si quizás incluso más terrenal.
Había una necesidad muy clara de que se nos entendiera. El mensaje era sencillo pero potente, algo tan universal hoy como el hecho de intentar agarrarse a las cosas buenas a pesar del contexto, a pesar de todo lo que nos está pasando como sociedad y como individuos, que estamos todos perdidísimos. Creo que hay esperanza, yo la encontré haciendo estas canciones y considero que todos la pueden encontrar en algún aspecto de su vida. No quería que este mensaje estuviese cubierto de metáforas ni de un halo extraño de misterio. Quería que fuera algo muy directo y esto ha sido, quizás, porque he tenido muchos referentes jóvenes en este disco a la hora de hacer las letras. Siempre he tenido referentes mayores que yo y, en este caso, me e staba pasando que escuchaba a gente joven y pensaba: joder, son mucho mejores que yo y les da lomismo. Yo llevo aquí un montón de años y esta gente lo hace mejor. Encontrar a gente que es muy buena me motiva un montón, porque me dan ganas de ser como ellos. Entonces traté de intentar escribir desde mi punto de vista de esa forma más directa, más entendible, más terrenal y más humana, que es como escribe la gente ahora. Y me gusta esta forma de hacerlo. No huyo por completo de lo anterior, de hecho Dron sobrevolando Castilla-La Mancha sigue siendo muy poética, muy del rollo que también soy (no quiero tampoco huir de mí mismo). Pero me apetecía incorporar este nuevo camino.
Volviendo al momento auriculares, la canción más celebrada era Trueno azul.
Sin tenerlo muy claro, me da la sensación de que esta es una canción muy Rufus. Tiene todos los elementos que se podrían destacar como nuestros: una batería y un bajo con mucho groove, unos sintes muy elaborados que solo suenan, además, en esa canción, guitarras que no parecen guitarras, una melodía muy pop… Hay un estribillo, hay una estrofa (algo que nos viene de grupos como los Beatles)… Quizás gusta porque hemos encontrado lo que somos y lo hemos puesto ahí en todo su esplendor. El solo de guitarra en mitad de la canción es súper Rufus. Manu me lo decía: ese solo parece que tiene una R registrada.

¿Cuál es la canción que engloba más el sentido general del álbum?
Tenemos nuestras favoritas. Camina a través del fuego es una de esas canciones que creíamos que menos gustaría a la gente, porque es más lentita, oscura, más emocional, y ahora mismo no estamos en ese momento. Pero es al mismo tiempo una canción muy bonita, muy honesta, y todo lo que ocurre musicalmente ahí me emociona un montón. Canción de paz me gusta mucho, me encanta el resultado. Es súper sencilla, tiene la letra que menos me ha costado escribir en mi vida y, probablemente, es de las mejores que he hecho. Me llevó solo una tarde.
No podemos dejar de hablar del arte y de ese efecto acuarela.
Son fotografías que hizo Jul, que luego pasó a un lienzo para pintar sobre ellas. Tiene ese punto abstracto que a Julia le mola tanto, combinándolo con el hecho de que queríamos imágenes que se vieran muy claramente. En el disco hay un pájaro, un coche, hay cosas muy claras, rodeadas de todos los colores de Jul y de todo ese arte abstracto.
Esto, unido a vídeos como el de Trueno azul… sencillo y eficaz.
Teníamos súper claro que los vídeos tenían que ser súper sencillos, y que llevaran a un momento de tranquilidad muy cotidiano donde te puedes poner un disco. Alguno más sacaremos de este rollo. No somos una banda de la que se vean mucho sus vídeos y, lejos de los montajes inmensos, queríamos intentar ser más efectivos, transmitiendo lo que queríamos de una manera bonita y currada, pero lo más sencilla posible. Se lo contamos a Adrián Santos y el resultado nos encanta.
