El equipo de El hombre que se enamoró de la luna lleva tantos años siendo un referente en las ondas que, a veces, uno se pregunta cómo es posible que no estén abriendo informativos culturales cada dos por tres con todo el merecimiento. Con la firme decisión de crecer en la itinerancia de un tiempo a esta parte, tuvimos la suerte de que La Luna nº 400 se celebrase en Madrid, en un espacio tan especial como la Sala Mirador en el corazón de Lavapiés. Obviamente no fue una tarde noche cualquiera. De hecho ni siquiera lo fueron sus entrevistas. No era lo importante.

Como siempre, antes de que Pablo Loriente liderase el programa desde una mesa que guardaba muchos grandes libros y otras sorpresas, disfrutamos una vez más (y en esta ocasión sería por partida doble) de los versos de Peru Saizprez. Con su folio infinito, el poeta vendría acompañado en esta ocasión por la guitarra eléctrica de Miguel Guzmán. Fueron minutos muy emotivos que se extendieron a otros momentos de ensueño, como las interpretaciones a piano, voz y pecho de la increíble Sheila Blanco. En el público se nos saltaban las lágrimas de poder experimentar algo así.

En su día tuvimos la suerte de vivir la Luna 380, en la que pudimos conocer el perfil impecable de Soleá Morente, tan abierta y cercana en un contexto familiar y poético que nos llenó el alma de positivismo. Que la artista de Granada estuviese en este programa tan especial da fe de lo importante y necesario que es este proyecto por el que han pasado tantos y tan grandes artistas, periodistas, escritores, actores y actrices e incluso políticos.

El hombre que se enamoró de la luna tiene la capacidad innata de que todo tipo de personajes se sientan cómodos desde un principio y esa naturalidad que emanan es el premio, marcando la diferencia y poniendo la guinda a la profesionalidad con la que trabaja un equipazo en el que hay que nombrar siempre a Vicky Cantos y al fotógrafo Makeda, entre otros. Por ello, es normal que Soleá repita y que lo hagan muchos otros en cuanto surge la oportunidad.

Lo que es innegociable, y lo que termina de convertirles en el concepto radiofónico a tener en cuenta sobre todas las cosas, son sus convicciones y valores. Hoy en día, por desgracia, el hecho de justificar la defensa de los derechos humanos parece algo casi revolucionario, lo que no quita la necesidad de hacerlo una y otra vez, aunque ello suponga obligarse a dar pasos atrás o a asumir cambios inesperados en la ruta fijada. Pablo Loriente y sus compañeros siempre han mantenido su apoyo al pueblo palestino, incluso en los momentos más difíciles, y es algo que siempre tendremos presente de corazón quienes creemos en un mundo mejor y más justo. Os seguiremos allá donde vayáis sin dudar ni un solo segundo, amigos luneros.
